Por: Mirna Concha, periodista
Publicado el 20 de septiembre de 2009
Me abruma ser protagonista de lo absurdo. Me consume en impotencia y frustración ser testigo de un período de la historia en que se genera mucho ruido; se oye, pero no se escucha. Un país donde las “bengalas” tienen obnubilada a la población, donde los sociólogos evocan a filósofos múltiples buscando inútilmente respuestas para los fenómenos sociales que aquejan a la sociedad. Una sociedad donde cada día se hace más evidente que la “comunicación efectiva” no está funcionando.
Chile es hoy un país profundamente “incomunicado”. La introducción a la psicología define conductas que consciente o inconscientemente son utilizadas para llamar la atención. Eso es precisamente lo que hoy hacen quienes utilizan las más diversas formas y mecanismos para hacerse notar socialmente haciendo noticia por protestas, graffiti, encapuchados, ocupas, molotov, y jóvenes que aumentan en su consumo de drogas, alcohol y apatía por participar de procesos sociales y políticos.
“Si camino no hablar….”, con la imagen de un indio con su oído apegado al pavimento fue un comercial famoso en los ochentas. Hoy esa imagen grafica –a mi juicio- la “lectura más fina” que como sociedad debiéramos hacer de lo que está ocurriendo, del período de la historia del cual estamos siendo protagonistas. Chile nuevamente cambió y aún no somos capaces de detenernos para tratar de entender hacia dónde, cómo ni por qué.
Eugenio Tironi dice que hay que acostumbrarse a que los jóvenes no se inscriban en los registros electorales. Su teoría es que existe una “aversión” al “compromiso por toda la vida, en particular si se trata de causas colectivas”. Y cita: “Gilles Lipovetsky dice que estamos en una era en la cual se repudia la retórica del deber total, eterno, colectivo y se exacerban, en cambio, los derechos al deseo, a la realización inmediata, a la autonomía. En este paisaje, ¿por qué inscribirse, por qué votar?”, señala instando a acostumbrarse a que, desde su perspectiva, los jóvenes definitivamente no se inscribirán ni participarán de los procesos importantes para definir y mucho menos conducir el futuro del país.
Nuevamente cabe la pregunta. ¿Qué tipo de país es Chile hoy? Sin duda uno afectado por un estrés post-traumático cuyos trastornos están a la vista: "Reviviscencia" repetitiva del evento, lo cual perturba las actividades diarias, evasión, excitación, sentimientos de culpa, ansiedad, estrés, tensión, según lo definen los médicos. Todos síntomas que sin duda los podemos asociar particular y más intensamente en septiembre, mes que anualmente acentúa y hace más evidente las diferencias que nos mantienen divididos.
También lo están las características e impactos de un modelo económico neo-liberal que asolapadamente ha ido instalando el sistema capitalista que predomina en el mundo y cuyo fin es la obtención de ganancias por sobre la satisfacción de las necesidades sociales, cualquiera sean éstas. ¿Y qué conlleva? Indiferencia, apatía, rivalidades, conductas individualistas, cultura consumista, ignorancia, falta de participación, farándula, etc. En definitiva, una serie de “bengalas” que mantienen desinformada a la población, que la mantienen aletargada, entretenida pero alejada de lo trascendente, lejos de interesarse por temas que le empoderen para definir su futuro. Ese es el Chile de hoy.
Chile necesita una urgente caracterización psicosocial para determinar las patologías que como sociedad nos afectan y sanar las profundas heridas que persisten. Si hacemos una analogía con las adicciones, podríamos concluir que Chile se encuentra en un estado “contemplativo” en el cual existe consciencia de lo vivido, de las consecuencias, pero estamos inmovilizados. Necesitamos con urgencia pasar a etapas superiores, a la decisión y luego a la acción, esa que nos llevará a la rehabilitación y sanación.
Si no nos enfrentamos con nosotros mismos, seguiremos buscando explicaciones en grandes filósofos, pero evadiendo la raíz del problema que hoy por ejemplo, nos enfrenta a un proceso electoral en el que mas allá de las encuestas, su resultado es incierto porque no tenemos explicaciones reales para muchos fenómenos que estamos viviendo.
Tal vez será sólo entonces, sólo cuando hayamos sanado las heridas, cuando recién podamos convocar a los jóvenes al debate del país que realmente queremos construir.
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