Por: Mirna Concha, periodista
Publicado el 29 de noviembre de 2009
Observo el desarrollo de la campaña electoral y me invade una sensación extraña. Pareciera que el 13 de diciembre se nos irá la vida y que con ello al día siguiente habrá que contabilizar lesionados, heridos y por qué no, también muertos que queden de esta contienda. ¡Qué espectáculo estamos dando como país!
Es que el antiguo refrán de “la ropa sucia se lava en casa” quedó out. Esta vez “se ha tirado toda la carne a la parrilla” y “se han sacado todos los trapitos al sol”. Eso no es malo, pero si de refranes populares se trata, los hechos acontecidos recientemente también traen a la memoria aquel que reza “los árboles no dejan ver el bosque”.
Hace algunas semanas un estudio de Economist Ingelligenca (EIU) situó a Chile en el lugar número 19 del mundo donde se vive más pacíficamente y como la nación más segura de la región.
En estos días vimos en Enade a los empresarios más destacados e influyentes expresando optimismo respecto del futuro económico del país. Ahora la CEPAL, en su informe “Panorama social de América Latina”, destaca los avances sociales que permitieron a Chile sortear de mejor forma que otros la crisis económica, y anticipa que para el próximo año, el del bicentenario, se estima un crecimiento del PIB de entre un 3% a un 3,5%.
Es verdad que todo no es color de rosas, y no podría serlo tampoco, pues el equilibrio que mueve al mundo y a los seres humanos, lo tenemos a diario a la vista mostrándonos guerras, hambruna, pobreza, epidemias, injusticias y desamor. El tema es cómo o cuánto valoramos y protegemos lo construido, teniendo presente por cierto todo lo que resta por corregir.
Es que los chilenos parecen satisfechos “con el funcionamiento de la democracia y con la situación económica”, decía ya en 2002, en “Chile – El arraigo de la democracia en la vida cotidiana” Norbert Lechner, cientista político, abogado e investigador de Desarrollo Humano del PNUD, pero agregaba que, no obstante, “parece que muchos ciudadanos le otorgan una importancia mayor a la solución de sus problemas que a la continuidad del régimen democrático”.
A su juicio, la indiferencia de los chilenos frente a la democracia podría estar motivada, entre otras razones, “por la distancia existente entre la experiencia cotidiana de la gente y la democracia. Sostengo la hipótesis que esa brecha sería el producto de los cambios culturales de nuestra época. Me refiero a los cambios rápidos y profundos en las maneras prácticas de “vivir juntos” sin que, al mismo tiempo, las personas hubieran reformulado las representaciones colectivas que se hacen de la sociedad”.
Norbert Lechner falleció el 2004 pero su trabajo es sin duda una contribución a la necesaria caracterización psicosocial que tal vez nos puede ayudar a cruzar el umbral y comenzar a entender el país en que vivimos y el que queremos construir.
Ojala que Oscar Guillermo Garretón se equivoque y que no haya que perder la democracia para valorarla.
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