MIRNA CONCHA

Estudié periodismo en Canadá donde viví el exilio durante diez años junto a mis padres y hermanas. Regresé a Chile en 1984 y desde entonces mi trabajo -en inglés y castellano- ha sido difundido en radios, agencias de noticias, portales de internet y diarios en Chile y el extranjero, así como en publicaciones del Ontario Institute of Studies in Education (OISE) de la Universidad de Toronto. Mi compromiso ha sido siempre con la democracia y la defensa de los derechos humanos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

PRESENTACION DE ODETTE MAGNET LIBRO "CRONICAS EN SEPIA, REPLICAS DE UNA DICTADURA"

Café Crónica Digital

Santiago, 10 de septiembre de 2010


Tuve el privilegio de ser una de las primeras en leer este libro. No puedo decir que lo disfruté -no es la palabra correcta-, pero, ciertamente, me quedó dando vueltas. Página a página, fui sintiendo sus ecos y, tras cada réplica, regresé a otros tiempos, a otros mundos, a experiencias personales y colectivas que a tantos nos marcaron, para bien o para mal, a fuego vivo.



“Crónicas en Sepia” es un notable ejercicio periodístico. Un esfuerzo literario no menor. Pero, por sobre todo, es un tributo a la memoria. A un pasado reciente, fresco, palpitante, que día a día, se va tiñendo de sepia ante nuestros ojos.



Aquí estamos de nuevo, cambiados, más viejos, con el pasado a cuestas y un futuro exiguo, escaso, a veces invisible. Aquí estamos, años después, gracias a esta hazaña de Mirna. ¿O debiera decir por culpa de Mirna? Las opiniones pueden estar divididas pero hay que reconocer que la autora se salió con la suya. Porque, desde el comienzo y hasta el final del libro, se advierte un mensaje casi majadero: lo único que no está asegurado es la voluntad de saber y el coraje de recordar.



Mirna hace ambas cosas y nos invita a hacer lo mismo. Sin miedo, sin excusas. Así, lentamente, nos vamos aproximando a un pequeño trozo de historia de la cual formamos parte, que nos sorprendió como protagonistas modestos, cotidianos, febriles en nuestras convicciones, porfiados en nuestras lealtades.



Mirna nos cuenta lo de ella, de sus dolores, sus humildes triunfos, sus grandes derrotas. Los chispazos de placer, de risa contagiosa, de humor agudo. Y, claro está, de las lecciones aprendidas. Su experiencia intransferible pero, al mismo tiempo, compartida por tantos. Entonces, nos reconocemos en cada palabra, en cada párrafo. En su pasión como periodista, en su esencia como mujer, en esa joven impulsada por ideales irrenunciables, en esa ciudadana castrada, en ese ser humano pendiente.



Lo único que no está asegurado es la voluntad de saber y el coraje de recordar.



En este libro encontramos buena parte de nuestra historia, como país y como chilenos. Ahí está el Chile herido por ese brutal Golpe, con mayúsculas, desgarrado por el exilio, mudo de horror por la ausencia de los detenidos-desaparecidos, paralizado por los asesinatos, las traiciones, los pactos, las ilusiones quebradas y las promesas rotas. El dolor se cuela por los poros y, a veces, sólo a veces, la tristeza rompe como una ola gigante en la orilla de una sonrisa, y nos baña con la amistad, el amor, con una vida buena, una patria posible.



Pese a todo lo anterior, la autora protagoniza otra hazaña al ofrecernos un texto sorprendentemente limpio, saneado, libre de amarguras y rencores, teniendo todo el derecho de sentir el peso de ambos. Porque, Mirna, como tantos, pertenece a lo que ella llama la “generación bisagra”, situada en tierra de nadie, atrapada entre dos tiempos, sin poder reclamar pertenencia ni identidad.



Sin embargo, o quizás por eso mismo, su quehacer está inspirado en el cambio. El cambio: esa palabra mágica que aún nos persigue como una obsesión maldita.



Mirna forma parte de esos miles de profesionales jóvenes que se las jugó en dictadura y que, llegada la democracia, insistió en la necesidad, entre otras cosas, de hacer un periodismo independiente y de articular de una manera diferente la forma de hacer política, es decir, más inclusiva, más genuina y más eficiente.



Aquí estamos, inspirados por el mismo propósito y con la tarea inconclusa. Con otras réplicas, las del terremoto que sacudió a Chile el 27 de febrero y el otro, el que remeció el corazón de La Moneda y al alma nacional, el 11 de marzo. Han pasado veinte años: ya cruzamos el arcoiris, la alegría llegó y se fue y para algunos se cumplió la promesa de que vendrían tiempos mejores.



Con pocas ganas, celebramos un bicentenario que tiene todos los ingredientes de una campaña publicitaria; nos encontramos sin referentes visibles, con la brújula perdida. Algunos intentan reanimar una concertación desconcertada. Para otros, ésta murió hace ya tiempo. Con más o menos éxito, muchos procuran recordar –a otros sólo nos queda aprender- cómo se hace oposición en democracia. Algo así como volver a ser peatón, después de años de haber manejado un auto.



El cambio continúa siendo el gran desafío, el reto más profundo. Pareciera que las interrogantes sobre el futuro sobrepasan las certezas que nos dejó el pasado. Y entonces nos queda retumbando la pregunta que cierra este libro: “¿Qué se hace ahora?”

La respuesta sigue pendiente.

Muchas gracias.

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