Sacar dividendos políticos de esta tragedia de proporciones me parece no solo un error, sino una desubicación de proporciones.
Sobreviví el terremoto en Tomé, a muy pocos kilómetros de Dichato. Logré salir en el momento preciso tal vez porque tuve la mente fría y supe que tenía que lograrlo para reunirme con mis hijos que estaban solos en Temuco.
Hice dedo hasta Concepción. En un viaje que normalmente en bus dura 45 minutos, demoré cinco horas y media. Luego seguí por la carretera norte-sur hasta Temuco. Lo que viví, lo que pude ver, escuchar y sentir, es realmente irreproducible. Pero también viví la solidaridad de la gente que detuvo sus vehículos en carreteras desoladas para trasladarme cortas y largas distancias, para ayudarme, gente que me regaló comida, agua y me deseó suerte en esa osadía que solo los instintos de madre y sobrevivencia me impulsaron a emprender.
Era imposible tener una real dimensión de la magnitud de la tragedia. Si consideramos que Chile jamás había vivido una situación de esta naturaleza, nadie, absolutamente nadie en gobierno podría haber tenido otra reacción. Viví también el terremoto del 85. Me tocó cubrir la noticia desde Radio Chilena. Nada, absolutamente nada, se le compara a lo que hoy vivimos.
No somos un país con cultura sísmica. No estamos preparados, no sabemos qué hacer. En Tomé funcionarios de Carabineros -por iniciativa propia- nos alertaron inmediatamente por parlantes que debíamos evacuar hacia los cerros ante la posibilidad de un tsunami, pero no es un tema que tengamos internalizado y básicamente porque no es algo que sea común, no había ocurrido desde el terremoto del 60. También falta coordinación entre los servicios públicos. Esas son lecciones que debemos aprender.
No obstante, es fácil criticar a la Presidenta, al gobierno, a las autoridades......fácil es opinar y hacer acusaciones cuando uno no está en los zapatos de quienes deben tomar las decisiones más trascendentales para el país y más aún sin contar con toda la información oportuna. Los análisis y conclusiones sin duda tendrán que venir y las medidas ser adoptadas, pero por hora la urgencia es claramente otra y en eso no hay que perder la brújula.
Es paradojal, porque por un lado se critica al gobierno por no tomar las medidas de manera oportuna, y por otro lado se juzga duramente. Hace pocos minutos hablé por celular con una conocida que está en Chiguayante. Ella es psiquiatra, ex militante comunista y ante la tragedia su comentario fue: “jamás pensé que estaría tan contenta de ver a los militares en la calle. Hemos tenido que defender la casa con palos, con fogatas, solo falta que intenten violar a las mujeres”.
¡Abramos de una vez la mente, el alma y el corazón! ¡Maduremos políticamente y cortémosla con las pequeñeces! Aprendamos de una vez la lección. Solo así seremos capaces de interpretar el real sentir de nuestra gente, de nuestra ciudadanía, de nuestro pueblo.
gracias! por fin leo palabras sensatas al respecto y me alegro de no haber sido de las escasas personas que pensaron que era necesario. Vivo tantos años acá, pero mis códigos básicos quedan y entre ellos esa simple certeza respecto de la lógica participación del ejército y demás ramas de las FFAA, para, en situaciones extremas como las que vivieron en las zonas afectadas, y en un estado de derecho, salir las calles no sólo para precautelar el orden, sino también para junto a las instancias de la sociedad civil ser parte activa en el rescate y ayuda a la población afectada. Me parece que son momentos en los que no caben las asepsias ideológicas.
ResponderEliminarAsí es, Francisca. Creo que la grandeza de un país está precisamente en tener la maduréz, la altura de miras y la posibilidad de saber separar las cosas, sobre todo en momentos tan complejos.
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