texto original: http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20110819/pags/20110819181210.html
Chile parece estar en una encrucijada, en una "situación de perder-perder". Le tocó a Piñera, pero si hubiese estado la Concertación en el gobierno tal vez hubiese sido igual o peor esta explosión social.
Es cosa de mirar más allá de nuestras fronteras para darse cuenta que no es sólo Chile. El sistema, el capitalismo está siendo desenmascarado, dejando al descubierto su peor cara: su modelo económico.
"Ya se perdió el agua y la tierra, no perdamos la semilla", reza uno de los tantos lienzos que cuelga en el frontis de la casa central de la Universidad de Chile. Esta vez son los estudiantes los que a lo largo del país se han transformado en la consciencia de nuestra sociedad. Pero también lo han sido los ecologistas, los mineros, los trabajadores bancarios en huelga, los usuarios y chóferes del Transantiago. En definitiva, la ciudadanía ha decidido expresar su descontento.
En este escenario es imposible no retroceder a comienzos de los ochenta. Entonces fueron los sindicatos los que lideraron el despertar social, seguidos por los pobladores y los estudiantes universitarios que no dieron pie atrás hasta lograr que la dictadura sacara al rector designado José Luis Federici de la casa central de la Universidad de Chile. Fue todo un hito, pues al poco tiempo caía Pinochet.
Al igual que entonces, Chile hoy tiene una oportunidad histórica: hacer transformaciones profundas en las estructuras de esta democracia para dar pie a un modelo de sociedad distinto, más igualitario, más justo, donde todos los temas que nos aquejan sean puestos en una agenda social global. No sirve abordar la crisis educacional de manera aislada, ya que es el modelo económico impuesto durante la dictadura el que se basa en el lucro. Lo hemos visto en la salud, en la educación e incluso recientemente en "La Polar", entre otros.. Eso es lo que se debe cambiar y para ello se requieren drásticas transformaciones políticas y constitucionales.
Ya lo decían los economistas Daniel Hojman y Oscar Landerreche al manifestar en su artículo "Ingobernabilidad: la república paralela" publicado en El Mostrador esta semana, que "si no acaba el régimen binominal, la falta de legitimidad puede dar pie a una democracia paralela, informal, legítima, joven y con alta capacidad de organización, gracias, en parte, a las nuevas tecnologías".
"Esta "joven república independiente" coparía las calles con frecuencia, usando los medios y las redes para activarse cada vez que sea necesario; llamaría a consultas populares cada vez que quiera mostrar que las decisiones gubernamentales son minoritarias. La república paralela no tendría los medios de coerción necesarios para cobrar impuestos o garantizar el cumplimiento de leyes alternativas, pero su popularidad radicaría precisamente en eso. Manifestándose en paz, el poder de la calle, no las armas ni la imposición binominal, instalándose en las conciencias con una sinfónica de cacerolas (...)".
El escenario es conocido para Chile. Ojala que el gobierno, los parlamentarios y la clase política puedan hilar más fino para escuchar en realidad lo que Chile está pidiendo. Tenemos, como país, una nueva oportunidad histórica; esta vez, para ponerle "pantalones largos" a nuestra democracia.